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LAS GAVIOTAS YA NO CANTAN

Atualizado: 6 de jul.


  Pasé tres horas escribiendo una crónica sobre Valpraíso, pero cerré el Word a toda prisa sin guardar el archivo... Más de cinco páginas densas, perdidas. Son gajes del oficio, para los que confían en las máquinas. ¡Antes de que te des cuenta, se acabó! Y casi empiezo otra crónica sobre papel.


La verdad es que debería haber escrito más mientras viajaba... Podría, debería... Pero es lo que siempre digo: primero vivimos, luego escribimos. Tomé pequeñas notas y fotos grandes, pero no hay un buen registro de lo que pensé, de lo que sentí; al final, todo quedó guardado en mi memoria...


Dijo, como si hubieran pasado años, pero solo han pasado unos meses desde que regresé, así que espera un momento. ¡Todavía tengo mucho que decir!


En mi tierra hay palmeras, donde canta el zorzal, como decía el poeta. Pero acá las gaviotas, ya no cantan. La verdad es que nunca había oído cantar a las gaviotas. Solía ​​oír esos sonidos en las imágenes de playas y puertos de las películas extranjeras, pero nunca había oído nada parecido aquí en Río, ni sabía cómo sonaban específicamente. En la vida real, las pocas gaviotas que vi eran simplemente parte del paisaje. Nada destacable, pero es entonces que viajar, salir del lugar habitual, tiene sentido. Algo perfectamente común y definido para mí, una gaviota, cambió por completo su significado en este viaje. Y también cambió su nombre.

 

En Valparaíso, las gaviotas son como una población aparte. En el aire o en las playas, ahí están, siempre hablando y cantando, e incluso en pequeños grupos charlando como si estuvieran conversando, como en medio de la plaza. Vi gaviotas riendo, hablando y gritando por todas partes. Dominan la escena. Cada mañana me despertaba para ir a trabajar y miraba por la enorme ventana de mi habitación en el hostal: allí estaban. En los tejados y las calles, sobrevolando el puerto. Planeando y hablando, a veces gritando... Dominándolo todo.


Gaviotas, como dicen en español, una ortografía que, por cierto, me gusta mucho más que la brasileña que es gaviota. Nunca había entendido la fascinación de los ornitólogos. De hecho, leí un libro maravilloso con historias de personajes increíbles, pero lo que más me llamó la atención fue que el padre del protagonista era ornitólogo y que, de no haberlo sido, nada del libro habría sucedido. Pero ¿qué hace que alguien se fascine por el comportamiento de las aves? Para mí fue muy extraño. Hoy puedo explicarlo. Son tan interesantes, si no más, que las personas. El lenguaje, el comportamiento y las relaciones entre las aves son absolutamente complejos y muy curiosos. Escuchaba sus conversaciones y me reía con ellas sin siquiera entender el chiste. Las gaviotas son fascinantes.


En las dunas de Concón, las gaviotas se han coronado como reinas de todo. Tras veinte minutos de una escalada alocada con mis dos piernas, llegué a la cima y tuve una de las vistas más increíbles de mi vida: vi a las gaviotas volar con solo abrir las alas y dejarse llevar por el viento. Sin mover una sola pluma, sin pensar, sin siquiera preocuparse por lo que sucedería, simplemente abrieron las alas y el viento se las llevó.

Ahí comprendí que debía hacer lo mismo...


En la cima de las Dunas de Concón, el viento lo hace todo volar. Tus miedos, tus pensamientos, tu noción del tiempo, de la vida. Yo también volé.

Fue mi primer viaje internacional sola y fue allí donde me di cuenta de que aún quedaban muchas montañas y horizontes, muchos vuelos y muchas aves por observar; solo tenía que abrir las alas y dejarme llevar por el viento también.

El mundo es grande y tengo mucho que ver, pero nunca olvido de dónde vengo. El lugar donde las gaviotas planean en silencio.

Quizás aquí ellas están pensando...

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